lunes, 22 de julio de 2013



Piedra domada

Eunice no sabía leer,
pero aprendió a escribir en las piedras con sus manos.

Ella que no albergó en su vientre la continuidad de su especie
(para no condenarla al lavadero y la cocina),
crió seis hijos ajenos
y machacó con la piedra día a día sales y especias
entre más de 5840 almuerzos, por más de 16 años.

No sabía leer, pero leía las cartas y el tabaco,
así, entre bruja,
nana y cocinera
con el paso de los años, me heredo una piedra
con la huella de su mano izquierda:
tesoro encontrado  y revelado,
piedra recorrida desde la Divina Providencia hasta Alejandría.


Los barrios que viví y donde le conté a la piedra mis secretos,
forzándola a mi diestra,
resistiéndola golpe a golpe.


Piedra cocinada,
domada,
amoldada,
pulida,
canto rodado entre la mano y el ajo,
piedra de la rabia y el silencio.

Piedra desnuda, arena tras arena,
cuerpo de Eunice revelado en su origen.

Yorlady Ruiz 

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