Piedra
domada
Eunice
no sabía leer,
pero
aprendió a escribir en las piedras con sus manos.
Ella
que no albergó en su vientre la continuidad de su especie
(para
no condenarla al lavadero y la cocina),
crió
seis hijos ajenos
y
machacó con la piedra día a día sales y especias
entre
más de 5840 almuerzos, por más de 16 años.
No
sabía leer, pero leía las cartas y el tabaco,
así,
entre bruja,
nana
y cocinera
con
el paso de los años, me heredo una piedra
con
la huella de su mano izquierda:
tesoro
encontrado y revelado,
piedra
recorrida desde la Divina Providencia hasta Alejandría.
Los
barrios que viví y donde le conté a la piedra mis secretos,
forzándola
a mi diestra,
resistiéndola
golpe a golpe.
Piedra
cocinada,
domada,
amoldada,
pulida,
canto
rodado entre la mano y el ajo,
piedra
de la rabia y el silencio.
Piedra
desnuda, arena tras arena,
cuerpo
de Eunice revelado en su origen.
Yorlady Ruiz
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