domingo, 2 de octubre de 2011

LA LLORONA

Llegó una noche, yo habitaba una casa de bahareque y los relámpagos estallaban el cielo, era la casa de la madre y el padre que le abrían la puerta a los espantos ampliados por la oscuridad. Entonces, escucharíamos el llanto de una mujer que había tirado sus hijos al río, que sufría eternamente y su castigo era vagar por los ríos esperando encontrarlos.

Ella apareció de nuevo en la ribera del Río Cauca. Era de noche y el fuego empezaba a disiparse, yo estaba sobre una gran roca que sabía todos los secretos del río y me abrigaba en su milenaria materia. Sobre un meandro del río una figura menuda se mostraba con cierta timidez en un fulgor de chispas fluorescentes. Tuve miedo, sentía el silbido del río como un llanto que salía de la boca de ella, poco a poco se aproximaba; por momentos desaparecía y de nuevo sobre las aguas, se veía un lento discurrir de lucecitas. Me quedé quieta, en silencio y empecé a dibujar en mis recuerdos esa historia tantas veces contada.

Ella estaba allí, cerca de mí, muy cerca y el llanto me embargó, eso que creía incierto se revelaba en la voz de mi madre y en la presencia misteriosa esa noche en el río. Eso que creía incierto, mágico, adquirió otra voz desde el arte, cuando tuve la oportunidad de acompañar la obra “Magdalenas por el Cauca” de Gabriel Posada; y la llorona de nuevo me confrontó en un río habitado por sombras y cuerpos, por mujeres que buscaban y vagaban por los ríos para encontrar los restos estrujados que dejaban los gallinazos sobre los cuerpos de sus seres queridos. Esa llorona se aparece también en las mujeres de mis barrios, esas que pierden sus hijos en este conflicto social colombiano.

La Llorona surge a partir de un trabajo creativo que ha venido tomando forma desde el performance y la instalación. Una sucesión de actos que sin estar planeados se han configurado e hilado en un relato secuencial; por eso mis performances Éxodo, Exhumaciones y ahora La Llorona, en su orden, aluden a la desaparición del cuerpo, al hallazgo del cuerpo y a la posibilidad del duelo a partir del llanto.

En Éxodo, (2005) enterraba machetes haciendo referencia a esa época de la violencia política en Colombia en la que, a machete, se asesinaba y que de acuerdo a los cortes se identificaba el bando que cometía el daño: el corte de franela, el corte de corbata, etc. Este performance era una manera de hablar de esa fragmentación del cuerpo, de esa singular manera de matar y rematar, de fragmentar para generar horror entre la gente. Su puesta en escena significó romper el silencio de la tierra que acuna a cientos de colombianos desaparecidos.

En el 2009 presenté en el Festival de Performance de Medellín Comuna 4 el trabajo Exhumaciones. El sentido de continuidad que traza este performance con Éxodo tiene que ver con la esperanza que albergan los familiares de las víctimas de poder recuperar los restos de los cuerpos en los que se ensañaron los violentos. Es como si en el abrir la tierra se materializara la posibilidad de encontrar los huesos, los cuerpos, de reconocer las víctimas, sentir la muerte y sobre todo sentir una inmensa vergüenza y pena por las familias que nunca llegarán a percibir un centímetro de justicia. De esta exploración surge la exposición Exhumaciones en el Museo de Arte de Pereira en 2010, configurada por unas telas, sudarios que albergaron alguna vez un cuerpo sanguinolento, la evidencia de esos cuerpos que una vez habían sido invisibilizados y que salían de la tierra, de las fosas comunes, permitiéndome crear La Llorona, para hacer un duelo, un cierre.

Llorar deriva del latín plorare que significa lamentarse, despertar compasión, ese lamento, este llanto lo propongo en solidaridad con las familias de las víctimas, como un acto creador y transformador. Esta es la posibilidad de la sanación y de la verdad a la que estamos invitados, no ocultar el llanto, no esconder la tristeza, sanar para reivindicar el valor de la vida, de las familias y sus víctimas de la violencia. El llanto es la prueba de que las verdaderas víctimas son los familiares y seres queridos de los asesinados, quienes deben soportar el dolor propio, imaginando el de los muertos.

EXHUMACIONES


EX HUMACIONES

Ritual de duelo colectivo

Exhumar: Sacar a la luz lo olvidado.

Yorlady Ruiz López


“La muerte de otro hombre me invoca y me apela, como si a causa de mi posible indiferencia me volviera cómplice de esta muerte invisible para el otro que se expone a ella; como si incluso antes de ser condenado a ella, tuviera que responder por la muerte del otro y no dejarlo librado a su soledad mortal”

Emmanuel Levinas, “Filosofía y trascendencia”

En cada proceso creativo, se da de manera espontánea un espionaje de ideas, de señales, rasgos, detalles, buscamos en los intersticios de nuestra memoria, vinculamos hasta lo más profundo de nosotros esa nueva creación que es como un semejante, casi se puede acariciar, oler, recostarnos un poco sobre ella. Mi viaje, parte desde una mirada hacia adentro de mis recuerdos y decido que esta propuesta se llame Exhumaciones, palabra que significa “sacar a la luz lo olvidado”, esculcando en lo oscuro de mí algunos momentos, emprendiendo una búsqueda interna de duelos no realizados y la pregunta frecuente frente al dolor que me causa la guerra, frente al dolor que me causa estar entre sombras de desaparecidos y asesinados.

Somos una amalgama de hombres y mujeres con una memoria anestesiada, estática, indolente, no sé si son los cientos de rostros que hemos visto como desaparecidos, asesinados, torturados y desplazados que hacen que la sorpresa y el derecho al duelo no se nos pase por la cabeza, que sea un cotidiano duro que se deja de lado porque no hay tiempo, ni espacio para el sosiego del dolor y la rabia, por eso deseo sacar a la luz esos dolores guardados desde mis perdidas, desde esa literatura, esas cifras y esos informes periodísticos que me erizan la piel sobre aquellos que nunca veré, sobre aquellos de los que ya nunca volveré a probar el sabor de sus cosechas.

Cuando el río baja su nivel por el verano, muchos huesos quedan expuestos en la orilla del río, animales muertos, quizá fragmentos de lo que fuera un cuerpo y muchos trozos de madera acariciados por el agua, pedacitos de un bosque navegando “rio abajo” contando esa historia de la humanidad, saliendo de la tierra, esa vieja oscura que aguarda nuestro origen, semejantes a osamentas que dibujan lo que antes fue un cuerpo, pareciera que estos cuerpos se niegan a desaparecer del todo. Ni el río, ni la tierra nos borran, ahí estamos resguardados y es la tierra, la que retiene nuestro dibujo primario, nuestro origen. Esa desaparición del cuerpo la han ocultado bajo la tierra, bajo el agua, pero la vida es más y resiste en las voces de los campesinos, de las mujeres que siguen buscando sus seres queridos, de las organizaciones en Colombia que defienden la vida.

Exhumaciones es una propuesta simbólica que evoca el vestigio del desaparecido en Colombia y sugiere a través del rastro de un “otro” un duelo colectivo.

El duelo lo define Freud como “la reacción frente a la pérdida de un ser amado o de una abstracción equivalente como la patria, la libertad, un ideal, etc”, de esta manera ante la desaparición de un ser hay un proceso de transformación paulatina entre perdida, aflicción y resolución. Para cientos de familias en Colombia que padecen el dolor de la perdida sin certeza de sus seres queridos: “la desaparición forzada práctica que busca la exclusión radical del opositor o del extraño, es un procedimiento característico de la época moderna, en la que hay un intento de normatización de los individuos y las sociedades realizado por medio de la exclusión del otro diferente, es decir, de aquel que se opone a los ideales dominantes. Si bien la exclusión del otro es una práctica que ha subsistido en la relación entre los hombres de todas las épocas, es en la modernidad cuando el avance científico y tecnológico facilita el auge de las prácticas de segregación”. ( Victoria Eugenia Díaz Facio Lince, Del Dolor al Duelo: limite al anhelo frente a la desaparición forzada”